martes, 21 de mayo de 2013

hola y adios




Sus entradas a aquella casa siempre habían sido tan precipitadas como lo eran sus salidas.
Tanto es así que nunca antes reparó en las flores marchitas de aquel jarrón ni tampoco en el cuadro del hombre de barba roja y sombrero de paja que con mirada atenta le acogía o despedía cada vez que ella se había atrevido a cruzar el umbral.

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