miércoles, 20 de abril de 2016

Soñar despierto.


¡Vamos, rápido, despierta!

Vagabundo en un pueblo de extrañas casas engalanadas con plumas de flamencos, dejé de soñar; dejé de salvar náufragos que, exhaustos de tanta inútil brazada,  morían ahogados  en las albercas; dejé sin palabras al padre de la niña poeta; desarmado y herido de muerte quedó Alatriste en oscura calleja. No deberías morir acosado por la vida. Jauría de perros hambrientos de rabia.

Vamos, rápido, despierta!
Pido disculpas. Todo iba bien hasta que llegó el verso de pie quebrado y no supe reaccionar a tiempo. Sueño vertido en agobiante poema que me sigue, me persigue.

Pero yo voy rápido y despierto a la blanca luz protectora de los pétalos de orquídeas en el zaguán. Eso te pasa por dormirte escuchando en la radio la voz del ingeniero de versos.
De un estante cayó un libro. Parte de Guerra. A codazos se abrió paso entre Zalacaín y Cara de Plata hasta caer sobre el frío suelo de la dura realidad. !Eso tiene que doler mucho! Lo levantas, lo acaricias, lo abres y lo hueles. Está firmado. Gabriel Celaya. Y tiene una dedicatoria: con afectuoso cariño a ti que construyes malditos poemas conversos de pie quebrado....
¡Vamos, rápido, despierta! 



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