Era la mágica noche de Reyes.
Mientras los niños felices se aseguraban de que sus zapatillas aguardaran
boquiabiertas y ansiosas su regalos bajo el árbol de luz, yo encerraba todo mi dolor en una jaula
de huesos rotos que coloqué junto al escaño a la puerta de la casa. Era la
noche de Reyes y no pedía ningún presente. Tan solo quería que se llevaran
lejos de mí aquella jaula de huesos rotos que tanto dolor encerraba dentro.
Y entonces apareció ella, la
enviada, hermosa criatura envuelta en
bordados de vivos colores y con aquel mono sobre sus hombros morenos que decoraba con flores su cabellera , infinita
liana convertida en selva que arrancaba de sus cejas para trepar al blanco
lienzo del techo.
Y me habló. Y me dijo que no
podía llevarse mi dolor, a dónde, para quién,…?
._Es tuyo. Aprende de él ahora
que está contigo, te hace fuerte, te reta, te hace débil, te enseña, te humilla
y te muestra el rostro de aquellos que en verdad te aman. Árbol de la
esperanza, mantente firme. Me llamo Magdalena
Carmen y sé de lo que hablo.
Noté que un puñal de hielo se
clavaba entre mis costillas. Desperté. El Día de Reyes amaneció sin niños en
los parques. Colgué mi jaula de huesos rotos al solaire en el balcón. Dentro de
ella el pájaro azul de mi dolor entonaba una triste y hermosa canción de amor.