Hizo de su partida la última
y definitiva manifestación de amor. Le dejó ir.
- Márchate. Vete lejos. No
vuelvas. Yo aquí me quedo, alimentando de
recuerdos
la costumbre maldita de tu
ausencia.
Tenía preparada la maleta.
La vació de sueños rotos y promesas incumplidas. La llenó con alas apretadas de
ángeles caídos.
Al amanecer un arriero encontró
su vieja maleta intacta, apoyada sobre
la última grada de la cruz del Caramancho; esa cruz de término que lo mismo da
la bienvenida al viajero que regresa como dice adiós al que se aleja.
Inmutable, pétrea.
Y
entonces los hombres de la Aldea se
asomaron al fondo negro de todos los
pozos.
Los niños recorrieron brincando las últimas callejas.
Los niños recorrieron brincando las últimas callejas.
Los viejos
escudriñaron cuadras y pajares.
Las mujeres rebuscaron entre el olor a membrillos de los sobraos...
Las mujeres rebuscaron entre el olor a membrillos de los sobraos...