sábado, 24 de marzo de 2018

El viaje definitivo.


Hizo de su partida la última y definitiva manifestación de amor. Le dejó ir.

- Márchate. Vete lejos. No vuelvas. Yo aquí me quedo,  alimentando de recuerdos 
 la costumbre maldita de tu ausencia.

Tenía preparada la maleta. La vació de sueños rotos y promesas incumplidas. La llenó con alas apretadas de ángeles caídos.

Al amanecer un arriero encontró su  vieja maleta intacta, apoyada sobre la última grada de la cruz del Caramancho; esa cruz de término que lo mismo da la bienvenida al viajero que regresa como dice adiós al que se aleja. Inmutable, pétrea.

Y entonces  los hombres de la Aldea se asomaron al fondo negro de todos  los pozos.
Los niños recorrieron brincando las últimas callejas. 
Los viejos escudriñaron cuadras y pajares.
Las mujeres rebuscaron entre el olor a membrillos de los sobraos...

Nunca le encontraron.



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