Es una
tarde sin cielo en el Curandero. La canícula que sopla de levante se lo ha tragado.
Sólo tierra verde de hierba, habas y flor del romero.
El sol cansado trastumba por el Chaparral. Sentado en la silla de enea, junto al pozo, observas a tu hijo que riega los plantones de las tomateras.
Sólo tierra verde de hierba, habas y flor del romero.
El sol cansado trastumba por el Chaparral. Sentado en la silla de enea, junto al pozo, observas a tu hijo que riega los plantones de las tomateras.
Un padre que contempla embelesao a su
hijo. No siempre pudo suceder así con
todos. La muerte no da tregua. Dichosos nosotros.
- Recuérdame que te limpie un poco esas botas antes de irnos, padre.
- No te dejes fuera el semillero de las lechugas.¡ Qué bonito está el campo….
para pasearlo!
Visita inesperada. Rubio se le acerca prudente pero zalamero. La tarde se
viste de caricias. Ni una sola rendija de tu alma está dormida. ¡Has amado
tanto!
-Padre, tú que en tiempos fuiste juez de paz, ¿Sabes lo que decía un hombre
sabio?
- Sabidurencias.
- Que algún día se nos podrá juzgar por la forma en que tratamos a los
animales.
- Entonces yo ya voy bien apañao. ¿A que
sí, Rubio?
- ¡Cómo te va a poner de pelos los pantalones!
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