domingo, 18 de enero de 2015

libertad de expresión


Si he nacido para ser libre y en ello estoy, ¿por qué pretendéis imponerme vuestros sagrados dogmas- que al fin de cuentas no son sino una opinión- o de lo contrario os sentís legitimados en nombre de vuestro dios a cortar mi lengua y cercenar mis dedos manchados de tiza, que nunca mi pensamiento?

Si vosotros podéis vivir manifestando vuestras creencias, ¿por qué a mí me habéis de dar muerte por poner en práctica la mía: la de la libertad del otro para opinar aunque yo no comparta su opinión?

¡Qué difícil nos resulta defender el derecho de la gente a decir lo que no queremos escuchar!


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