Aprovecho
que hace buena tarde para ir a por el abuelo Ezequiel y llevármelo a que vea su
huerto del Curandero.
__ Vete cogiendo el garrote mientras voy a por el
abrigo y la bufanda.
Si por
él fuera ni garrote, ni abrigo, ni bufanda. Y con el flequillo al aire. Me río yo
solo pasillo alante de la residencia hacia
su habitación.
Ya en
el huerto le cojo del brazo y le paseo por la parcela. Lo mira y remira todo.
Da su visto bueno a esto y su visto malo a aquello. La tierra está mullía, los
surcos abiertos con la vertedera esperan la siembra de las patatas. Todavía es
pronto. Más adelante estará la tierra ya caliente. Para San José.
__Tengo que regar un poco las lechugas. No se lo
piensa y se dirige al bancal donde él siempre las tenía puestas. __ ¿Dónde vas,
padre? Si las tengo aquí, al lado del pozo. Se apoya en el brocal y descansa
mientras las echo un poco de agua.
Vamos a
la caseta. Se está bien a la puerta con el sol de frente. Le saco la silla de enea y se sienta bajo el
almendro florido.
__Entonces….hay que sentarse para llegar a viejo ¿
no, padre?
__Lo que hay que hacer es no morirse. Para eso
venimos al Curandero, si estamos algo tocaos. Además, la muerte no conoce edad, hijo…. ¡ Cómo
se va a poner esto de flores!
Con la
punta del garrote juega a tocar los pétalos caídos que alfombran el suelo. También
la gata juega intentando atrapar el cascabel que cuelga a modo de péndulo de
las ramas de otro plantón cercano.
Suenan
las esquilas de las ovejas que pastan en la cerca. __Tienen dos campanillos muy
favorables. Compaginan bien. DOLÓN, DOLÓN, dolón, dolón.
Saca el
pañuelo del abrigo y se suena la nariz.__Esto cuando nos acostamos ya se acaba.
Tengo almendras del año pasado en una bolsa en la
caseta. Cojo un par de ellas y se las parto.
Las come despacio; las muele. __Tengo la boca llena
de leche. Me gustan más las nueces. Dice mirándome sonriente con su boca
entreabierta. Otra vez el pañuelo.
Se le ve
lúcido y jocoso. También cansado.
__Soy de la generación del 27, hijo.
__Ya quisieras tú. Naciste en el 27, que es otra
cosa bien distinta.
Y así pasamos la tarde padre e hijo. Unas
fotos y nos vamos. Coge una rama del almendro cargadita de flores y se acerca a olerla. Buena pose.
Antes que comience a refrescar en el Curandero
regresamos. Las siluetas de las encinas
en el alto del Chaparral arañan el sol tiñendo de rojo el atardecer del
poniente. Olvidan sus juegos los mastines. Va siendo hora de montar la guardia.